Cena y peli: El sano, el seguro y el miedo.

Por , el 14 febrero, 2018. Categoría(s): farmagemma

Hoy les vengo a hablar de cine y les dejo una receta al final. Curiosa mezcla ¿verdad? Pues venga, empezamos.

Comienzo con la película. Hoy ponen la adaptación de la película “El bueno, el feo y el malo”. Les haré spoiler de mi versión, les aviso.

El sano, el seguro y el miedo.

El bueno: pues se supone que es el producto que tenemos que elegir ¿no?, es decir, el sano. Pero es que a veces los buenos no lo son tanto. Porque, ¿qué es un alimento sano? Si nos centramos en la definición de “alimento saludable” leemos esto:

“Un alimento saludable es aquel que carece de algún ingrediente, o no lo contiene en grandes cantidades, que pueda generar alguna enfermedad degenerativa cuando su consumo se repite.”

Pues ya me dirán ustedes qué definición. Muchos de los alimentos que consideramos actualmente no saludables podrían entrar en esta definición. Pero no queda ahí la cosa, confundimos “sano” o “saludable” con productos que tienen un montón de letras grandes que destacan en el envase (cuando en realidad es el truco que utilizamos para que no lean la letra pequeña).


Igual de contundente que he sido con las letras grandes en los envases lo seré con estos dos: un producto orgánico o bio no tiene por qué ser saludable. Un alimento para veganos tampoco tiene por qué serlo (de hecho, con frecuencia, para llegar al sabor que esperan hacemos unas mezclas dignas del quimicefa).

No es queso: es grasa con almidón y números E- (pero con todas las letras).

Oigan, no tiene gluten. La tilde que sobra se la dan gratis con el primer envío. Lo que no le dan es queso.

Total, hemos empezado por el ”bueno” pero vemos que algunos de ellos tienen un lado malo. Un truco: los productos más sanos no suelen llevar etiquetas, son muy complicadas de digerir.

El feo: es el alimento seguro, es feo pero majete. El alimento seguro es ese amigo sin el que no nos imaginamos el día a día. Damos por hecho que está ahí, nunca pensamos que pueda faltar. Hasta que lo hace, y entonces es un absoluto drama. Pero como es el feo… pues nunca le hemos hecho caso, ni le hemos valorado lo suficiente.

En el Imperio somos expertos en convertir alimentos sanos en otros que no lo son. Expertos en decirles que algo es bueno cuando no lo es. Pero tengan claro una cosa: ponemos todo nuestro empeño, toda nuestra fuerza en que el feo esté siempre con ustedes. Los esfuerzos en hacerles llegar a su cesta de la compra un producto seguro son titánicos. Créanme, es un tema bastante egoísta. Me gustaría decirles que es exclusivamente porque nos preocupa su salud. Pero no es sólo por eso. Es nuestro trabajo. Por lo que nos pagan. Sí oigan, nos pagan. Y con ello pagamos nuestras hipotecas, colegios y algunos suertudos, también algún capricho. Si creen que expondríamos todo eso por lanzar al mercado un producto que no es seguro conscientemente, están alejados de la realidad de la alimentación y de cualquier tipo de trabajo.

Cometemos fallos; a veces. Analizamos cada punto del proceso, intentamos adelantarnos a lo que va a ocurrir. Y aún así, alguna vez fallamos. Y lo sentimos mucho. Es nuestro oficio y queremos que salga bien.

Cuando ocurre tomamos tres medidas urgentes:

  • Minimizar el riesgo: retirando el producto del mercado lo antes posible. Para ello nuestros sistemas de trazabilidad han mejorado mucho.
  • Analizar qué ha podido ocurrir: en qué parte del proceso hemos podido fallar.
  • Aprender: esto no nos puede ocurrir más. Nos ocurrirán otras cosas, pero las mismas no. Esto no se permite.

Y al día a día me remito. Vivimos en la época de los productos más seguros de la historia. (Que no los más sanos, pero del bueno ya hemos hablado antes. No abusen, que ya he reconocido que algunos somos tramposos).

El malo: El miedo es el malo. Y para el que siembra el miedo… no tengo calificativo. Nos hace dudar, nos hace temblar. Si consiguiera hacernos buscar la verdad que hay detrás de ese miedo, al menos su acto serviría para algo bueno. Pero no, no ocurre eso. Al menos no en todas las ocasiones.

Y para completar velada, les dejo la receta de este último. Apunten:

  • Incorporen a una olla 500 g de una verdad a medias: es recomendable que no sea un tema absolutamente descabellado (aunque cada día me sorprendo más de algunos ingredientes). Puede basarse en una parte de un estudio científico mal traducido e interpretado por alguien que no conoce el idioma ni el tema. También valen estudios mal realizados, la mayoría de la gente no nota diferencia en el sabor. Si se lo inventa del todo puede quedar bien, aunque menos espeso.
  • Tres tazas de difusión: si consigue que esa verdad a medias sea comunicada por alguien que tenga posibilidad de acceder a un canal de comunicación: ya tiene más de la mitad cocinado. No necesariamente tiene que ser alguien respetable, lo que encuentre por ahí. En este paso no buscamos algo muy elaborado.
  • Busque una pizca de colectivos a los que les interese un tema en concreto: puede encontrar con facilidad por ejemplo “familias con niños pequeños” “cualquier persona preocupada por su alimentación”. Es importante que tengan acceso a las tazas de difusión, le da más sabor que tengan interés por informarse. Si añade una pizca de varios colectivos, puede quedarle bastante jugoso. Esta receta le vale para alimentación pero también para pseudoterapias, sólo varía la pizca del colectivo. Con enfermos y sus familiares le saldrá riquísima, van con parte del miedo ya en el cuerpo.
  • Cocine a fuego fuerte al principio. Remueva bien por redes sociales. En cuanto empiece a hervir baje a fuego medio y deje que el resto de medios de comunicación se hagan eco. También puede hacerlo al revés: el resultado será el mismo.
  • Esto es importante: debe ir añadiendo pequeñas cantidades de más “verdades a medias” para que el “guiso de miedo” no se quede sin caldo.

Con esto, tienen asegurado un potaje fantástico. Aguanta bastante tiempo en la nevera. Se congela sin problema para que lo pueda consumir un día que tenga un apuro y no sepa qué cocinar. Además, siempre tendrá comensales a su mesa. Al menos dos: el que adora su guiso y se lo come sin mirar y el que dice que su receta no está bien hecha. Intente por todos los medios que éste salga de su mesa antes de que haga al otro darse cuenta de la realidad. Si no, o prepara otro guiso o se quedará sin comensales.

Con esta cena y peli… creo que me voy a leer.

P.D: mi enhorabuena a la plataforma #SaludSinBulos, estaremos un poquito más cerca de que el guiso del miedo y la información falsa se quede sin comensales.



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Por Gemma del Caño, publicado el 14 febrero, 2018
Categoría(s): farmagemma