Rogue One 16: Cuate, aquí no hay tomate… frito.

Por , el 30 octubre, 2017. Categoría(s): farmagemma ✎ 4

Verán, uno de los mejores recuerdos de mi infancia es el olor a tomate frito cuando llegaba a casa de mi abuela. Ella pelaba los tomates, los partía en cachitos, añadía cebolla, pimiento, sal, un poco de bicarbonato y una pizca de azúcar y lo mantenía cociendo durante mucho tiempo.

Adoraba ese tomate. Siempre le pedía untar un poco de pan mientras se estaba cocinando. Ella me decía: “sólo un trozo de pan, ¿eh?” Así que yo mojaba el pan en ese rico tomate, lo chupaba y decía: “El trato era un trozo de pan y es el mismo, así que ¿puedo untarlo otra vez?”. Ya apuntaba maneras de lo bien que se me iba a dar interpretar la normativa.


Pero mi abuela ya no está y no he vuelto a probar un tomate frito igual. Aunque quisiera hacerlo yo, el ritmo de vida que llevamos no nos permite pasar horas dedicadas a hacer ese tomate. Recurrimos al brick del supermercado y es lógico, el Imperio está para facilitarnos estas cosas. Quiero buscar el tomate frito más parecido al que hacía mi abuela. Veamos las alternativas que tengo.

Para elaborar tomate frito es fundamental una buena materia prima, en su estado óptimo de madurez. Normalmente los fabricantes optan por tener sus propios cultivos de tomate, así aseguran uniformidad en sus productos. Recogen toneladas de tomate diariamente. Se inspecciona visualmente en una cinta y se retiran los que tengan algún defecto. Hasta aquí todo bien.

El tomate se pela y se tritura. En este momento se añade azúcar, sal y almidón (que debe ir disuelto en agua). Ya está, el tomate no tiene más proceso. Por otro lado se fríe el aceite con cebolla y ajo, pero luego estos ingredientes se retiran. Este aceite frito se mezcla con el tomate. Una vez mezclado, se pasteuriza antes de envasar. Este tomate no está sofriendo como el de mi abuela, no me sirve. No es tomate frito, es tomate con aceite frito mezclado.

Debería llamarse: tomate con aceite frito

Entonces, con lo que ya sabemos, leamos el etiquetado:

  • 160 gramos de tomate por 100 gramos de tomate frito. Bueno, esto se lo explica más claro Mario Mario Sánchez ? . Tómense un minuto para leerlo.

http://sefifood.es/el-tomate-me-lleva-frito/

Cuanto terminen de secarse las lágrimas de la risa y paren de aplaudirle, seguimos. ¿Ya? Venga:

  • Aceite de girasol sofrito con cebollas y ajos frescos (3,4%): esto no es que lleve un 3,4% de cebolla y ajos frescos (aunque lo parezca) esto es que lleva un 3,4% de aceite frito que mezclarán con el tomate (mezclado no agitado. No, eso es de otra cosa, pero lo que está claro es que esto no es tomate frito).
  • Azúcar: 7,4 gramos de azúcares. Bueno, si lo comparamos con el 0,0% (pincha en el enlace) significa que le habrían añadido un 2,1% de azúcar además de lo que tiene de forma natural (5,3%). Yo también añadiré algo, es innecesario. Es curioso que con dos ingredientes menos, sal y azúcar cueste casi un euro más el kilo. Ahí lo dejo. Búsquenlo. Cuidado alérgicos e intolerantes que este lleva leche. Ustedes sólo pueden tomar el que sí lleva azúcar añadido
  • Almidón modificado de maíz (no es nada raro, esto significa que se le ha dado un tratamiento para que sea más uniforme y estable. Se usa mucho y no tiene mayor problema)
  • Sal.

Podemos concluir que este no es el de mi abuela. Carita triste.

Veamos otro:

Ya lo leen: 100% sabor natural… concentrado

Aquí nos bridan un nuevo concepto de tomate: el tomate concentrado (fíjense en la etiqueta, se mezcla con el tomate triturado). Esto es una pasta muy densa a la que se le ha quitado la piel y pepitas. Se elimina el agua hasta que queda un puré espeso con un sabor y un color muy fuerte. (Aquí les dejo un vídeo de las transformaciones que puede tener el tomate). Si mezclamos esta pasta con el tomate triturado hace que, con menos cantidad, tenga un sabor y un color mucho más intenso. El resto de ingredientes son similares. Tengo dudas con la cebolla y el ajo, o están muy, pero que muy bien triturados o el caso es como el anterior pero sin indicar que se ha frito en el aceite. Mi abuela no mezclaba tomate con tomate concentrado para que supiera a más con menos. No me vale. Carita triste.

Si analizamos uno de marca blanca comprobamos que tiene los mismos ingredientes que el anterior y además en el mismo orden. Pero no se centren sólo en los ingredientes, miremos un poco más abajo, en la tabla nutricional y comparemos.


El de marca blanca tiene más grasas saturadas aunque menos azúcar. El otro lleva menos grasas pero más azúcar. El tomate frito de brick o lata ronda las 73 kcal por 100 g, claro, que si ustedes saben cuánto tomate añaden por ración, me lo dicen. Porque yo termino echando un bote cada vez que hago un plato sin tener el cuenta cuántos gramos van…

¿Saben qué les digo? con estos etiquetados, ninguno de los dos me vale.

Igual la clave está en el que tiene un sabor suave, veamos:


Jo, mi gozo en un pozo y mi cabreo en aumento. Es exactamente igual pero con más azúcar. ¿Eso es el sabor suave? ¿Más azúcar? No, señores, no me vale (y se lo han trabajado poco, además).

Estoy al límite de la desesperación, muchas calorías, mucho azúcar y encima ni siquiera es tomate frito sino tomate mezclado con aceite frito. Creo que nunca voy a encontrar una alternativa al tomate de mi abuela, ¿o sí?

Buscando justo al lado de los tomates fritos tenemos otra opción. Puedo utilizarlo con un calentón en la sartén mientras cocino el resto (ya lo hacía para calentar el tomate anteriormente llamado frito) y encima controlo la cantidad de aceite que añado y si no quiero, no le pongo azúcar. Fíjense en el lineal porque está muy cerquita, no se llama tomate frito sino “tomate triturado”. El proceso de elaboración se queda en el inicio del que veíamos para el tomate frito. Sus ingredientes se centran en: tomate, sal (algunos ni sal) y corrector de la acidez, el ácido cítrico, que actúa como conservante. Las Kcal bajan a 20 por 100 gramos comparadas con las 74 de los anteriores.

Se parece bastante al que hacía mi abuela y no tengo que coger, cocer, pelar y triturar los tomates.


Si tienen tiempo de sobra, cocinen el tomate como haría mi abuela, tomándose su tiempo. Si lo consiguen, hagan el favor de llamarme, que iré con mi cachito de pan.

Mientras, ya tienen la información. En su mano está la decisión.

PD: otro día hablaremos de las variantes “sofritos de la abuela”, que no sé qué clase de abuela tenía esta gente; y del ketchup: sin demonizar pero sin alabar.



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Por Gemma del Caño, publicado el 30 octubre, 2017
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